El principal experto europeo critica el trasvase del Ebro


Vicente Aupí, Valencia. Levante, (16/05/02)

El principal experto europeo critica el trasvase del Ebro y dice que "no hay que empeñarse en cultivar tomates en zonas subdesérticas", (que sería lo mismo que decir no hay que empeñarse en regar zonas subdesérticas, como Bardenas o Monegros).

El director del Instituto de Meteorología Max-Planck, Hartmut Grassl, criticó ayer abiertamente en Valencia los planes del Gobierno español para transportar agua desde el río Ebro hasta la Comunidad Valenciana y el resto de la cuenca mediterránea, en el ámbito del Plan Hidrológico Nacional (PHN), y advirtió que «lo necesario no son los trasvases, sino un uso eficiente del agua». En su opinión, la administración española corre el riesgo de «agotar los recursos naturales, y eso es un camino equivocado».

Grassl está considerado como uno de los principales expertos europeos en relación con el cambio climático a escala global, y ayer viajó a Valencia para pronunciar una conferencia sobre este tema, invitado por el Observatorio Ambiental del Museo de las Ciencias Príncipe Felipe, que dirige el científico valenciano José Luis Rubio.

En una entrevista con Levante-EMV, el investigador alemán se mostró claramente pesimista respecto a las expectativas sobre el calentamiento global, entre otras razones por la confusión popular existente a causa de los intereses creados: «El panel sobre el cambio climático -declaraba a este diario- recoge cada cinco años información científica actualizada, pero el mismo día que se publican sus conclusiones aparece en los mismos diarios la opinión de los lobby del petróleo, y eso impide que la gente se conciencie del problema».

Buen conocedor de la situación en España, Grassl fue muy crítico con la política estatal en torno a esta materia, sobre la que considera que «el Gobierno debería invertir más en investigación y tecnología en lugar de aumentar la presión sobre los recursos naturales; hay que apostar por un uso eficiente del agua, y no empeñarse en cultivar tomates en zonas subdesérticas o en trasvasar agua para regar campos de golf».

A este respecto, el científico recordaba el fracaso que han supuesto este tipo de iniciativas en otros países, como China o la antigua URSS, donde «Gorbachov tuvo que paralizar los trasvases previstos desde Siberia nada más llegar al Gobierno».

Nuevos extremos climáticos

Consultado por este diario acerca de la excepcionalidad del reciente temporal de lluvias intensas, que carece de precedentes en primavera, Hartmut Grassl lo consideró un evento singular que no permite sacar conclusiones de antemano sobre su posible relación con el cambio climático, pero dejó muy claro que «una de las consecuencias del calentamiento global será la aparición de nuevos extremos climáticos, y en el caso del Mediterráneo se producirá una mayor frecuencia de fenómenos violentos».

Una de las claves del cambio global se concreta en la alteración del régimen de precipitaciones, con indicios alarmantes en la actualidad: «Desde hace tres décadas, las precipitaciones han aumentado en el norte de Europa y han disminuido en el sur del continente».

Agua más cara, menos derroche

El abuso del agua se ha reducido drásticamente en Alemania merced a las medidas políticas adoptadas en los últimos años para encarecer el consumo y evitar los vertidos incontrolados. «A la larga, en España ocurrirá lo mismo», aseguraba ayer en Valencia, Hartmut Grassl, director del Instituto de Meteorología Max-Planck, quien apuntaba en sus declaraciones a este diario, que «en Hamburgo, el consumo de agua se ha reducido un 20% porque el metro cúbico cuesta tres euros».

Este encarecimiento ha supuesto que, en la práctica, «sea más barato reciclar el agua que consumirla», y por ello algunas industrias, como el famoso fabricante de automóviles Mercedes Benz, se hayan visto obligadas a usar en algunas de sus factorías únicamente agua reciclada.

En este sentido, Grassl opina que los gobiernos deben hacer cualquier cosa menos incentivar el consumo excesivo, sobre todo en un país como España, donde el régimen de precipitaciones es claramente deficitario en zonas como la vertiente mediterránea: «Si el Estado subvenciona el agua, se produce un abuso en el consumo y una sobreexplotación de los recursos; el Gobierno debería tener una mentalidad distinta a la de los ingenieros», añadió.


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