La mala calidad del Agua del Ebro es el argumento que desmonta el PHN.


Ecologistas en Acción insiste en su apuesta por una Nueva Cultura del Agua y en su denuncia a la irracional política hidrológica de los partidos que gobiernan en España.

(22/01/02)

Estos partidos muestran su voluntad en mantener un Plan Hidrológico Nacional que pretende trasvasar más de 1.000 H m3 desde una Cuenca que también está sometida al clima Mediterráneo.

El hecho de que en la Cuenca del Ebro las precipitaciones no puedan hacer frente al agua que podría consumir una vegetación permanente, muy al contrario de lo que manifiesta el PHN, pero de acuerdo con los estudios presentados por los científicos, demuestra que es deficitaria. A pesar de todo, no es éste ni la única ni la más importante causa que desmonta el PHN, la cual es, sin duda, la mala calidad de sus aguas.

El PHN justifica el trasvase de 1.050 Hm3 desde la cuenca baja del Ebro hasta otros puntos de la cuenca mediterránea, pero ignora si es razonable su destino y, lo que es más importante, la calidad del agua a trasvasar. Sin menospreciar los impactos medioambientales, económicos y sociales ya expuestos y abalados por los científicos, consideramos que el trasvase del Ebro queda del todo descartado al incumplir su primera razón de ser: el trasvase de agua de buena calidad.

El texto del PHN insiste en justificar el trasvase como 'optimo', cuestión que consideramos totalmente falsa por el hecho de no cumplir el agua a trasvasar los mínimos de salubridad. El vertido de mercurio que ha provocado el corte de abastecimiento de agua 'potable' a diversos municipios, el posterior vertido de hidrocarburos, el hecho que la Comunidad Valenciana no desee agua del Ebro para uso de boca ni para el cultivo de cítricos son una clara muestra del peligro que supone la ingestión de esta agua por su calidad.

La cuenca del Ebro siempre ha tenido problemas por la calidad de sus aguas naturales. La abundante presencia de sales en todo el curso medio y bajo se acentúa con el incremento de vertidos agrarios, industriales y urbanos a lo largo de su cuenca. Todo ello, provoca que en la zona donde esta prevista la toma de agua para el trasvase, la conductividad, DBO5, Nitrógeno, Sulfatos, Fosfatos, Coliformes Totales, Coliformes Fecales y temperatura exceden en más de un 5% los límites considerados en la normativa de aguas prepotables y los Nítridos, Oxígeno Disuelto y Materia en Suspensión, según la normativa piscícola, tal y como reconoce la misma memoria ambiental del propio Plan Hidrológico Nacional.

No podemos olvidar los riesgos asociados a la central nuclear de Ascó, industrias peligrosas como Ercros, etc. Si bien algunos parámetros se pueden resolver con una relativa facilidad (clorar para matar coliformes, airear para aumentar el oxigeno, etc), la salinidad requiere procesos de desalación mucho mas costosos. El elevado contenido de sales constituye el dato de calidad que tumba definitivamente la razón de ser del propio trasvase. Según datos de la propia CHE durante la pasada década, a partir de muestras tomadas en Mequinenza y Tortosa, la media anual ponderada por los caudales da datos de salinidad de entre 900 y 1400 microsiemen/cm, dato que incumple la exigencia de prepotabilidad y que sólo sirve para riego, con limitaciones en los rendimientos de los cultivos. Es evidente que el agua trasvasada reclamaría tratamientos de desalación y potabilización que no han sido considerados en este proyecto.

El fracaso técnico-económico-ecológico del proyecto estrella del PHN 2000 evidencia el final de la política de promoción de obras hidráulicas para ofertar sin límites. La gestión de la oferta podía tener sentido un siglo antes, cuando el Ebro llevaba el doble de caudal, mejor calidad y menos salinidad, pero, una vez los usos y la contaminación han aumentado, conjuntamente a las obras al largo de la cuenca, el caudal y la calidad de sus aguas han disminuido y por otro lado ha aumentado su salinidad. A pesar de todo ello, la tozudez en desarrollar esta obra faraónica continua como si el tiempo no hubiera pasado y las intervenciones humanas no hubieran afectado el territorio y el contexto general desde hace más de cien años.

La solución racional es ponen en práctica la Nueva Cultura del Agua, más económica y sostenible, pero políticamente mucho más complicada, porque desmonta el negocio de las empresas de obras públicas, de 'producción' y venta de agua y de los concesionarios de caudales. La Nueva Cultura del Agua necesita que las instituciones se decidan a gestionar mejor el agua, dejar de ofertar sin límite sin mirar el coste económico y incentiven la conservación, la eficiencia en el uso del agua, opción que beneficiaría a la mayoría de la población y apostaría decididamente por un futuro sostenible para nuestro estado. Pero ahorrar agua y gestionarla mejor no es negocio si las instituciones políticas no cierran el grifo de las inversiones arbitrarias que benefician la ampliación de la oferta de agua.


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