En el Día Mundial del Agua
Fco. Javier Martínez Gil
Catedrático de Hidrogeología de la Universidad de Zaragoza
El tiempo es un continuo, pero el calendario es un cansino rotar. Otra vez
nos ha traído el 22 de marzo, fecha elegida por UNESCO para celebrar el Día
Mundial del Agua. En realidad no hay nada que celebrar. Al contemplar el
vasto panorama de destrucción que hemos sembrado en todos los ríos y en
todas las aguas, y ver el propósito de la enmienda anunciado (el PHN),
entiende uno que en verdad no hay nada que celebrar. Las políticas ahora
aprobadas, para hacer frente a tanta destrucción sembrada, están
emponzoñadas de doblez; son políticas de la imposición, representan un
nuevo asalto (un saqueo) al patrimonio público, trufado de un falso
discurso de respeto casi sagrado a lo medioambiental, de caudales
ecológicos, de solidaridad, de interés general y de vertebración del Estado.
Los 118 grandes embalses cuya ejecución contempla ahora el PHN son una
vuelta más en la espiral de la destrucción, del "todo vale" , en nombre
del pretendido progreso económico general. Aquí no queda ya santo que
desvestir. Los escasos tramos de río que aún tienen cierta capacidad de
emocionarnos, apenas son testimonio (humo) de lo que fueron nuestros ríos.
No se trata de volver al mundo salvaje, sino de crecer con sabiduría. Somos
el país del mundo con mayor número de grandes embalses por millón de
habitantes. Ahora nuestro problema no es hacer más presas ni ofrecer más
agua, sino controlar la situación.
Por eso, a estas alturas esperábamos otra cosa del PHN y del PACTO DEL
AGUA, algo así como un esfuerzo urgente e ineludible por preservar lo poco
que nos queda. Un esfuerzo por rescatar del olvido la sabiduría antigua de
hombres y mujeres, de viejas culturas ligadas al agua y a los ríos, de
tramos y cabeceras hermosos. Un esfuerzo por rescatar sentimientos y
simbolismos, valores y formas de bienestar público, una vuelta al mensaje
de la naturaleza. Hay espacios de ríos en Aragón que ya tienen un destino
social: ser ríos. Esperábamos un esfuerzo por conservar y devolver, allá
donde sea posible, el aliento natural de los ríos, cuando sus caudales
fluían al ritmo de las estaciones, de las lluvia, de los estiajes y de la
vida. Algo que legar a nuestros hijos en el campo de las emociones.
El simbolismo del agua fluyente ha desaparecido del sentimiento colectivo.
Los ríos hoy sólo despiertan la emoción del dinero. Ha habido un vuelco
mental de los valores. Los mayores tenemos ahora que contar a los niños
cómo eran los ríos, y lo que han representado en la estructuración de
nuestros sentimientos, en nuestra percepción de la vida y de la
existencia. A nuestros jóvenes les es ya difícil entender la repentina
conversión que experimentó Shidartha -el personaje de la inmortal obra de
Herman Hess-, tras años de búsqueda espiritual, al contemplar algo tan
profundamente hermoso y tan metafísico, como el simple fluir de un río.
Cada río es único; encierra una historia de destinos, culturas y hombres.
Cada país, cada cuenca, es una realidad diferente. En Aragón -en medio de
una colosal esquizofrenia colectiva-, los ríos son entendidos y sentidos
por todos (excepción manifiesta del PP) como parte consustancial del
territorio. Aquí vemos el conflicto del agua desde el lado del desposeído.
Por eso es fácil movilizar a cientos de miles de personas contra el
trasvase. Pero hay quienes -con los mismos argumentos de las gentes del
Levante y del Sureste-, entienden que los ríos aragoneses, incluido el
Ebro, son para ser aprovechados en beneficio de nuestro futuro, y a ese
futuro le llaman regar más y más, y generar más electricidad.
Quienes así piensan -aragoneses o murcianos-, que los ríos están para ser
aprovechados "hasta su última gota", ignoran que detrás de las operaciones
de aprovechamiento hay afectados y afecciones. Que en los ríos hay una
parte de mercancía y una parte de valor. Que detrás de cada gran embalse
hay gentes desposeídas, hay dolor, hay enajenación y hay violación del
territorio. Hay destierro, autoritarismos y abusos. Hay historias de dolor,
hay suicidios e impotencias, hay quiebras morales (personales y colectivas)
insuperables. Hay destrucción de patrimonios y de valores colectivos, ya
escasos. Hay patrimonios de bienestar en juego. Hay señas de identidad,. Y
hay también grandes sumas de dineros públicos, que podrían dar servicio a
otras prestaciones sociales, sin duda más perentorias y más justas. Al
mismo tiempo, no hay en Aragón ni en España problema o necesidad objetiva
de nadie que no tenga solución sin recurrir a nuevas destrucciones. Pero la
apetencia por el agua es ilimitada
Lo poco que queda de nuestros ríos es ya seña de identidad del alma
aragonesa, es fuente de emociones profundas, orgullo ancestral de pueblo;
es alma y sentimiento colectivos. Por eso, en la realidad de la España y
del Aragón del 2002, hay gentes que entienden que las aguas del río Aragón,
del Ara, del Gállego y del Ésera, a represar en Yesa, Jánovas, Biscarrués,
Santaliestra,. donde mejor están es precisamente donde están, siendo ríos,
generando bellezas, identidades, emociones, orgullo aragonés, y ¡nuevas
economías de futuro!, muy sustanciosas, muy sociales, muy baratas, muy
sostenibles y muy respetuosas, basadas precisamente en la preservación de
esos tramos de ríos en libertad. Lo dijo públicamente hace apenas dos años
Loyola de Palacio, cuando vino a nuestro Pirineo a ver el lado humano,
estético, lúdico, y patrimonial del agua.
Me alarma y me desespera el panorama de destrucción generalizada e
innecesaria que estamos auspiciando en Aragón en nombre del "progreso".
¿Progreso de quién? Me indigna el chalaneo político que estamos
presenciando en torno al agua. Me indigna el autoritarismo hidrológico que
padecemos. Me asusta el escenario de "tierra quemada" que estamos dejando
en nuestra tierra, Aragón, día a día desposeída de sus elementos más
carismáticos y ancestrales de identidad. Los ríos pirenaicos siempre han
sido parte singular del alma aragonesa. Estamos traficando con valores.
Estamos violando derechos elementales de las minorías afectadas. No todo
vale, y menos en estado democrático. Para reflexionar sobre todo esto se
"celebra" hoy en cada lugar del planeta el Día Mundial del Agua.