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Movimiento internacional para la demolición de presas y obras hidráulicas

Pedro Brufao Curiel. Profesor de Derecho Administrativo. Universidad Carlos III de Madrid. Asesor jurídico de Aems-Ríos Con Vida, galardonada en 1998 con el Premio Nacional de Medio Ambiente. Este artículo ha tenido que ser resumido por razones de espacio.

Este artículo trata especialmente de la situación de la demolición de presas en los Estados Unidos, país pionero en esta materia, con vistas a la restauración integral de los ecosistemas fluviales. La actual campaña de desmantelamiento de obras hidráulicas es fruto del esfuerzo de un elevado número de organizaciones ecologistas, de pescadores deportivos y de entidades de desarrollo rural. Un artículo así no podía faltar en un número dedicado al mundo rural/campesino. Es necesario subrayar que los Estados Unidos es uno de los países del mundo con mayor número de obras hidráulicas. Según el U.S. Army Corps of Engineers, existen unas 75.000 presas de más de seis pies de altura, además de decenas de miles más pequeñas. De modo ilustrativo, se dice, con razón, que desde su Declaración de Independencia se ha construido, de media, una al día.

Pudiera parecer que esta medida de demoler presas es radical y muy novedosa. Sin embargo, un estudio de American Rivers, en colaboración con Friends of the Earth y Trout Unlimited , nos muestra que desde 1912 se han eliminado al menos 480 presas a lo largo y ancho de todo el país, principalmente por razones de seguridad y económicas. Dicho estudio muestra sólo una parte de las actuaciones (dam decommissioning) que se han llevado a cabo para eliminar estas obras hidráulicas, ya que la información disponible en los archivos del U.S. Army Corps of Engineers, el National Park Service, el U.S. Forest Service, el Bureau of Reclamation, la Federal Energy Regulatory Commission (FERC) y los de los distintos estados carece del debido orden y metodología, a la vez que muchos casos de pequeñas presas privadas no se han registrado en absoluto. El fin novedoso de estas demoliciones se basa no tanto en motivos relacionados con la seguridad de viejas instalaciones o el que hayan dejado de ser rentables, como sí en la ejecución de diversos programas de restauración de ríos y riberas.

PROPIEDAD REPARTIDA

El conocimiento de la situación actual de las presas en los EE.UU. es muy difícil de realizar, dada la dispersión de fuentes y archivos y la multiplicidad de organismos con competencias en la materia. Existe un Inventario Nacional de Presas a cargo del Corps of Engineers, el cual divide los fines para las que están destinadas. El mayor propietario por sí sólo de grandes presas es la Administración federal, aunque sólo represente el tres por ciento del conjunto. Junto a ellas, existen miles en manos privadas, además de las pertenecientes a entidades locales y estados.

Junto a este tipo de reparto de la propiedad, existe una múltiple división de facultades administrativas a cargo de una gran variedad de organismos, citados ya algunos de ellos, y a los que se han de sumar el U.S. Fish and Wildlife Service, la Environmental Protection Agency, el Bureau of Indian Affairs o el Bureau of Land Management, aunque en un plano secundario. De todas maneras, muchos de los estados carecen de toda jurisdicción sobre las pequeñas presas: el estado de Ohio, por ejemplo, sólo tiene competencias sobre 2.700 de las 50.000 presas existentes en su territorio.

De todos estos organismos sobresale la FERC, encargada de la administración de las centrales hidroeléctricas, cada vez más rechazadas por sus daños al medio ambiente. La FERC se encuentra ahora inmersa en un proceso de revisión de oficio de concesiones hidroeléctricas, ya que se está cumpliendo el límite de 50 años establecido para este tipo de permisos. Esta revisión es una oportunidad largamente esperada por los organismos ambientales públicos y privados, los cuales aplican las diferentes normas sobre protección de especies y hábitats para lograr la caducidad de esos permisos. Un notorio ejemplo de este poder de revisión fue el de la presa Edwards (río Kennebec, estado de Maine), demolida en 1999 tras lograrse un acuerdo entre una alianza de grupos ecologistas, de pescadores deportivos, asociaciones de turismo y desarrollo rural con las Administraciones Públicas y los propietarios.

El establecimiento de estos pactos es una vía mucho más rápida y barata que la mera vía judicial, facilidades que han llevado a otros acuerdos de importancia como el futuro desmantelamiento de la presa hidroeléctrica Condit, propiedad de PacifiCorp, situada en un tramo del río White Salmon (estado de Washington) y protegido por la Wild and Scenic Rivers Act, de tres grandes embalses de la Wisconsin Electric o de 62 minicentrales en los ríos salmoneros de Pensilvania. Como se ve, la difusión de esta nueva herramienta de protección de los ecosistemas fluviales está muy extendida por todo el país. En palabras del ministro del Interior del último mandato de Clinton y responsable máximo en su día de la administración hidráulica, Bruce Babbitt, uno de los principales impulsores de esta campaña de desmantelamiento de presas: "Es el principio de algo que va a suceder a lo largo y ancho de toda la nación". Algo que va muy en serio, pues se estudia la demolición de la Glenn Canyon Dam, uno de los hitos de la ingeniería civil con sus más de 200 metros de altura, situada en el anteriormente caudaloso río Colorado, cuyas aguas ya no llegan al Mar de Cortés.

INICIATIVAS PRIVADAS

En muchas ocasiones, los propietarios eligen por sí mismos demoler las presas por razones ligadas a motivos económicos y de seguridad, principalmente ocasionados por la edad de sus instalaciones y por el coste de su mantenimiento. No obstante, hay miles de casos en que los beneficios ambientales son mucho mayores que los estrictamente económicos, sobre todo cuando se eliminan las subvenciones públicas que camuflan una realidad económica desoladora. Tal como publicó la propia patronal hidroeléctrica en su revista Hydrowire el 19 de agosto de 1997: "Las miles de presas construidas en los años 30 y 40 están llegando al final de su vida útil, por lo que se hace preciso elaborar una guía para el desmantelamiento de estos proyectos". En el mismo sentido, la revista Newsweek publicó el 17 de noviembre del mismo año un artículo titulado Las presas no son eternas, donde se decía que "sólo porque los políticos acordaron construir presas en los años 30, no significa que en los 90 tengamos que seguir con el mismo planteamiento".

Las razones ambientales se pueden resumir en lo siguiente: Las presas alteran las condiciones físicas, químicas y biológicas de las cuencas debido a que se inunda el hábitat, se reducen los niveles de agua circulante, se altera el régimen estacional de caudales, la temperatura y el oxígeno del agua cambian, se corta el continuo fluvial (impidiendo la migración de especies aguas arriba y abajo) y se modifican las características de la costa en la que desemboca el río. Estas particularidades cambian según se trate de presas para la producción de energía, riego o abastecimiento urbano. En concreto, los usos hidroeléctricos han reducido las poblaciones de salmón del río Columbia en un 95 %, siendo un 91% la reducción de las poblaciones afectadas en Nueva Inglaterra, según el U.S. Fish and Wildlife Service. Estudios publicados en nuestro país por Aems-Ríos Con Vida indican que obstáculos de sólo 50 cm. de altura "pueden afectar significativamente a la migración de salmónidos anádromos -salmones y reos-, siendo suficientes obstáculos de algunas decenas de centímetros para bloquear las migraciones de peces con menor capacidad de natación, como las anguilas. Por ello… la magnitud del impacto ocasionado por una minicentral suele ser equivalente al generado por una gran presa…" . Esta situación ha ocasionado que el salmón atlántico (salmo salar) haya sido declarado especie en peligro de extinción por el Gobierno federal en noviembre de 2000.

SEGURIDAD DEFICITARIA

Los motivos de seguridad se deben a que, como toda obra, una presa tiene su fin un día determinado. De acuerdo con la Association of State Dam Safety Officials, las presas tienen una vida media de 50 años, lo que se cumple ahora para un cuarto del total de las existentes, cifra que aumentará al 85 % en el año 2020. Estas cifras nos muestran el riesgo de roturas imprevistas que ha de soportar la población ribereña.

Los criterios económicos se basan en que, a medida que una presa va cumpliendo años, sus costes de operación y mantenimiento sobrepasan las ganancias obtenidas. La colmatación del lecho del embalse y, por tanto, una menor captación de agua, hace que se reduzca y encarezca la producción de energía, el control de avenidas y la capacidad de riego y abastecimiento. Por otro lado, los costes de reforma, reparación estructural y de cumplimiento de una normativa ambiental y de seguridad cada vez más exigentes hacen que aumente la posibilidad de que el propietario demuela la instalación. Así, el coste de instalar escalas de peces e incluso ascensores y los programas de repoblaciones piscícolas que han demostrado ser ineficaces, junto a otras medidas "correctoras" más bien de la imagen pública de las presas (que no de su impacto ambiental) ha hecho que sólo en la cuenca del río Columbia se destinaran ¡1.700 millones de dólares! en el período 1988-1998 .

Otro importante motivo es la reducción de los ingentes subsidios recibidos por la agricultura, la minería, las compañías eléctricas y el abastecimiento urbano, que suelen recibir el agua a un coste muy inferior al que debería cobrarse: el pago de un precio justo ha hecho que las compañías privadas se aproximen al coste de lo que verdaderamente valen los recursos naturales públicos, de los que se han beneficiado sin límite durante decenios. A esto los economistas le llaman subvenciones perversas. Este ahorro en subvenciones se dedica a su vez a proyectos de ahorro de agua y electricidad y de desarrollo rural. Poniendo de ejemplo otra vez la cuenca del río Columbia, hay estudios que estiman una ganancia neta de entre 87 a 183 millones de dólares anuales si se demoliesen cuatro grandes presas que obstruyen su afluente, el Snake .


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